Entre las columnas de opinión de ABCdeSevilla.es, Antonio Burgos nos invita -no sin falta de humor- a hacer un conteo de los avisos sobre medicamentos que inundan nuestras pantallas en las tandas publicitarias. Tras el "bombardeo absurdo que invita a la peligrosísima automedicación" se pregunta si la frase "consulte a su farmacéutico" -que parece ser la excusa justa ante tanto imperativo de compra- no hace más que incentivar la eliminación de la consulta médica.
Esta realidad que impera en España es la misma que se vive en el continente americano y que, analizada por Justo Planas en su nota "El negocio de la enfermedad", revela a una industria farmacéutica que invierte más en publicidad y en maneras de desacreditar a la competencia (genéricos), que en investigación y desarrollo. Peor aún, según Planas, las grandes marcas están más preocupadas por eliminar o atenuar los síntomas de los padecimientos, que al padecimiento en sí, pues lo último ya no es lucrativo, como tampoco lo es producir medicamentos para las enfermedades de los países del Tercer Mundo, ya que en estos lugares no pueden darse el lujo de pagarlos.
En la nota de Letra Urbana, "El cuerpo mediático", César Hazaki destaca que con agresivas campañas y falsas promesas en torno a la salud, algunas empresas farmacéuticas han generado en el público una necesidad ficticia de medicamentos. Para Hazaki, el médico ha sido relegado a un papel secundario y en ocasiones se convierte en cómplice de una estructura diseñada para llevar lenta y confiadamente a la automedicación.
"Los laboratorios de especialidades medicinales como empresas capitalistas están organizadas con un solo objetivo: vender más. Como tales, comprendieron que aumentar la venta es posible si se establece la confianza ciega en sus productos; para lo cual tratan, por todos los medios, de que el deseo de curarse de la gente pueda ser manipulado hacia la automedicación. Para ello es necesario que nadie ponga obstáculo a la expansión de las bocas de ventas, a los objetivos de sus publicidades, a los controles que ellos realizan sobre los médicos y consecuentemente con esto tienen como objetivo impedir u obstaculizar todos los posibles controles de estado. Como si fueran inocentes caperucitas sus manipulaciones son omitidas u oscurecidas. Es así que se hace aparecer como un problema de las personas el consumo indiscriminado de remedios, la automedicación queda como un problema de la población y no de la industria que la induce sistemáticamente", concluye.
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