Gisela Savdie
La sensación
que queda después de la semana de Art Basel Miami Beach es una especie de éxtasis
mezclado con frustración. Éxtasis, por la experiencia estética y visual sentida
pero frustrante debido a que la cantidad de eventos que acontecen
simultáneamente producen un estado de ansiedad tal que impide absorber y digerir
con calma lo que se observa. Sabiendo de antemano esta limitación, me concentré
en visitar la feria principal, hacer un recorrido por el barrio de Wynwood, y
las ferias NADA y Untitled, por el arte emergente que representan.
A pesar
de que la curiosidad consume, y muchas veces queremos saber el precio de una
obra que llama la atención, la visita a las ferias resulta tanto mas agradable
si no se indaga por los precios de las
obras. Como han comentado varios críticos de arte, los precios que se están pagando
por ciertas obras están cambiando el significado de las mismas, y las están
ubicando en otro contexto. Según Sarah Thornton en su articulo titulado “10
razones fundamentales para no escribir sobre el mercado del arte”, “el poder
del dinero ahoga el significado de la obra”.
Sin
embargo Art Basel se considera todo un éxito en la mayoría de las publicaciones
y es un hecho que la feria y sus satélites han cambiado en los últimos diez
años la imagen de la ciudad.
Con el
problema de la recesión, el arte se ha visto obligado a depender de los inversionistas
particulares, y esto, según comentarios de la familia Rubell, una de las
mayores colecciones privadas en la ciudad, es lo que mantiene el arte vivo en
este momento. Sin embargo la dependencia del
bolsillo privado tiene sus bemoles y el arte se ve sujeto a grandes
arbitrariedad que cuestionan su valor. Es así como sucede que un artista
considerado de mediana categoría puede de un momento a otro elevar sus precios
enormemente dependiendo en manos de cual coleccionista cae e igualmente, un
artista reconocido puede perder valor o permanecer ignorado porque no logró caer en el rango visual de
los que tienen ese poder de compra.
En la
feria principal en el Convention Center, donde participaron unas 250 galerías
que representaban artistas establecidos y emergentes, varias obras llamaron la atención.
A manera de contradicción con lo mencionado anteriormente y con los personajes allí
presentes, se aparecía imponente un espejo en cuya superficie tersa y finamente
pulida se plasmaba la frase de Primo Levi,
“la vergüenza de ser un ser humano”. Era la cara del arte comprometido
socialmente que golpeaba con fuerza y finura, parte de la obra de Kader Attia, Nothing has Changed,. Según expresó el
galerista que maneja la obra, el artista muestra que la situación social de
injusticia y maltrato a través de la historia sigue siendo la misma. La tortura
como método de coerción se utilizaba en la edad media de la misma manera que se
usa hoy en día en muchas cárceles del mundo “civilizado”. Attia se vale de
referencias históricas que mezcla con documentación actual para mostrar que la
situación se perpetua.
Letra
Urbana conversó también con la Galería Casas Riegner de Bogotá, donde la
artista Leyla Cárdenas mostró lo que podría llamarse una seccional de un cuarto
inspirado en una casa de 1880 que fue demolida en Bogotá como parte del proceso
de renovación urbana. La artista utiliza en su instalación materiales
originales de la construcción.
Por
otra parte la artista Laura Lima representada por la galería A Gentil Carioca, utiliza
el cine como elemento de inspiración para su instalación con cajas y marcos de
madera, cada uno de los cuales representa una secuencia cinematográfica.
Alrededor
de Art Basel, se vienen creando año tras año nuevas ferias de arte, y no hay sitio
mas representativo de la transformación de la ciudad que el barrio de Wynwood,
que se ha venido convirtiendo gracias al espíritu visionario del empresario
Tony Goldman en un mosaico de galerías
que abren día a día y de grafiti que invade sus paredes. Este genero, que cada
año recibe mas reconocimiento, ha contado con artistas como Shepard Fairey,
Roa, Nunca y Ski entre otros, que año tras año han venido participando en lo
que hoy en día es un sitio obligado de visita para locales y turistas.
En el Fairchild
Tropical Garden se encontraban las esculturas monumentales de John Chamberlain,
junto con obras de Jorge Pardo y Cristina Grajales. El colectivo cubano-español
”Los Carpinteros” montó una original instalación en la playa conocida como Güiro,
inspirada en el instrumento musical del mismo nombre, donde el espacio recreaba
una cárcel, el bar tender era el carcelero y los clientes eran los prisioneros.
Ha habido muchas obras de arte donde la interacción con el espectador se da muy
a menudo, pero esta obra merece un lugar especial.
La
feria NADA, la única feria dirigida por una organización sin animo de lucro, se destacó una vez mas por la presentación de
artistas y talentos importantes pero poco reconocidos, en un ensamblaje montado
en el hotel Deauville, que respiraba mucha energía joven con ideas muy
concretas y por fuera de lo establecido. Otra feria nueva con el original
nombre de Untitled también produjo la misma vibración.
Por
ultimo las zonas de Midtown y el Design District también tuvieron sus ferias, Art Miami, Art Asia, Red Dot, Scope y muchas
mas, y en el rio se inauguró por vez primera el Miami River Art Fair organizado
por Nina torres Fine Art, donde se aprecio arte de todas partes del mundo,
acompañado de esculturas monumentales a lo largo de la rivera.